Las mal llamadas ballenas asesinas (por una más que chapucera traducción del inglés), son en realidad los hermanos mayores de la familia de los delfines; todos cazan para comer, con la peculiaridad de que las orcas capturan presas enormes: focas, leones marinos y hasta grandes ballenas. Vienen a ser algo así como el “primo de zumosol” o el macarra del medio marino, aunque su interior esconde seres fascinantes y prácticamente desconocidos.
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Esta fotografía muestra una hembra adulta nadando junto a los pescadores del Estrecho. Si te gustan las orcas, no hace falta que te montes en un avión para verlas; las tenemos en casa. |
Sabemos que se reproducen en nuestras aguas, concretamente en el Estrecho de Gibraltar y lo hacen allí por algo que les resulta irresistible: el atún rojo. También hay orcas en aguas canarias y ocasionalmente se pueden observar también en el resto de las aguas españolas, aunque se conoce bien poco sobre ellas.
Como vimos en el post dedicado a las almadrabas gaditanas, los atunes se concentran en estas aguas en primavera y final de verano, para efectuar su migración reproductora de entrada y salida desde el Atlántico hacia el Mediterráneo y viceversa. Es allí también donde las orcas se dan cita obligada caña año, ajustando sus movimientos con los de los grandes bancos de atunes, de los que dependen para su supervivencia. En otras palabras, si hay orcas es sencillamente porque hay atunes.
Los científicos han trabajado duro para sacar de las profundidades del mar algunos de sus secretos mejor guardados y han averiguado que se estructuran en cinco manadas lideradas cada una por una matriarca, con un total que no debe sobrepasar las cincuenta. La mayor parte de ellas han sido ya identificadas individualmente gracias a las marcas en sus aletas dorsales y a los dibujos de su piel y existe un catálogo oficial donde están registradas todas las conocidas, en lo que bien podemos denominar el Face Book de las orcas de la región.
Sin embargo hay más preguntas que respuestas alrededor de esta especie, algunas tan elementales como dónde pasan el resto del año y a qué población pertenecen. Los científicos las llaman los Espectros del Estrecho, porque aparecen de la nada cada año y en las mismas fechas, para ser engullidas después por las profundidades del mar hasta la temporada siguiente. Con excepción de algunos datos aislados sobre hábitos de caza y reproducción, no sabemos más sobre sus aventuras en aguas andaluzas/españolas.
Lo que sí sabemos es que nuestras cinco manadas matan atunes para sobrevivir y la verdad es que eso lo hacen bastante bien. A grandes rasgos, las estrategias de caza se basan en emboscadas y persecuciones a los atunes a su paso por el Estrecho, de tal manera que el ingenio ha hecho que cada grupo se haya especializado en técnicas diferentes, de complejidad tal, que supera a la de los mismísimos lobos en tierra firme. Además muestran comportamientos sospechosamente parecidos a los humanos, para bien: amor, diversión, solidaridad, altruismo, trabajo en equipo y lealtad; pero también para mal: crueldad, odio y venganza. Hace poco oí bromear a un biólogo marino diciendo que si tuvieran manos en lugar de aletas, las orcas sabrían colocar explosivos en el casco de los barcos para divertirse.
Todo pinta fácil para los bancos de atunes que en julio abandonan el Mediterráneo en su regreso hacia el Atlántico. No tienen nada que temer mientras viajan siguiendo los profundos cañones submarinos a 500m de profundidad, porque les mantienen a salvo de los grandes depredadores y de las redes de pesca. Pero la paz del viaje se ve seriamente alterada a medida que se aproximan al Estrecho. Cuando parece que lo más difícil ya está hecho y las ansiadas aguas atlánticas están a su alcance, los atunes se ven obligados a superar la última y más difícil de todas las pruebas, una que supone un reto a vida o muerte. Tienen que ascender de súbito unos 400m en vertical para superar el temido monte submarino de Tartesos; los que logren doblar la cima, se verán recompensados con la seguridad que otorgan las abiertas y frías aguas atlánticas, pero muchos de ellos no lo lograrán. Las orcas se han apostado como una manada de lobos aguardando en sigilo la llegada del banco, que es localizado al aproximarse mediante ecolocación. Cuando los peces aparecen doblando la cima del monte, el grupo de orcas inicia entonces una persecución trepidante que puede durar media hora, hasta asestar el golpe definitivo por agotamiento de las presas.
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Esta hembra nos enseña con todo lujo de detalles la mancha conocida como "silla de montar", situada detrás de la aleta dorsal. |
El espectáculo recuerda en cierto modo al impresionante cruce del Río Mara, en el que los cocodrilos emboscan pacientemente a los ñus en otra migración legendaria. Las orcas saben bien que cada año los atunes tienen que superar el Tartesos y allí los esperan puntualmente entre julio y agosto..., siempre que haya atunes claro está. En los veranos del año pasado (2015) y el anterior (2014) los atunes fueron tan escasos, que las observaciones de orcas disminuyeron y lo que es aún peor, los científicos registraron una mayor mortalidad de sus crías por falta de presas para alimentarlas.
Sin embargo las orcas no son las únicas que conocen la existencia del Monte Tartesos. Desde hace años también saben de su existencia los pescadores tarifeños y marroquíes y por eso hay muy pocos lugares de nuestra costa con tanto ambiente en las fechas oportunas, citándose aquí atunes, orcas y pescadores, a los que hay que añadir también algún tiburón, cachalotes, tortugas y pardelas cenicientas; la verdad, no se puede pedir más animación.
Pero las orcas aún nos tienen reservadas más sorpresas. Dos de las cinco manadas que frecuentan el Estrecho han ido más allá y han hecho de la astucia un peculiar modo de vida, al más puro estilo del proscrito Robin Hood en su bosque de Sherwood. Ambos clanes han aprendido a aprovecharse del trabajo de los pescadores, robando los atunes que capturan con anzuelo en el sector que discurre entre el Monte Tartesos y la Ensenada de Barbate. La técnica es tan simple como eficaz: estudian a los pescadores cuando salen de puerto y les siguen hasta el caladero; esperan a que calen sus artes y el atún haya mordido el anzuelo, quedando atrapado. Mientras tanto aguardan pacientes su momento, que llega cuando el pez está ya cansado y es izado a mano por los sufridos pescadores, que tiran dejándose la piel desde unas pateras minúsculas, menores incluso que el tamaño de las orcas. Es entonces cuando las orcas se lanzan sobre el pez y asestan un descomunal bocado que lo parte literalmente en dos, dejando solo la cabeza prendida en el anzuelo.
Si tenemos en cuenta el elevado valor en lonja de un atún y el gran esfuerzo que conlleva su captura manual para los pescadores que arriesgan sus vidas en pateras inseguras (especialmente los marroquíes), no debe extrañarnos que las relaciones entre orcas y pescadores no atraviesen sus mejores momentos. Lo peor de todo es que ambos, orcas y pescadores, tienen razón porque ambos dependen del atún para alimentar a sus respectivos pequeños.
Pero el de orcas y pescadores no es un conflicto único; es una vieja historia que se repite en todo el planeta, allí donde nuestra especie compita con otra por un trozo de comida. El problema de raíz se encuentra en las cada vez más mermadas poblaciones de atún rojo, que pronto se verá incluido en la larga lista de las especies que los humanos hemos conseguido cargarnos.
Estos enormes delfines no solo han de afrontar la comprensible enemistad de los pescadores, la contaminación química y acústica de los mares. Las orcas también sufren molestias injustificadas por parte de algunos de los operadores turísticos no respetuosos, que organizan salidas al mar para ver orcas y lucrarse con ello.
Me gustaría pensar que el barco en el que nos subimos para hacer las fotos que ves en este post, es uno de los que lo hacen de manera respetuosa y cumpliendo con la normativa. Al menos ese día lo hicieron siguiendo las condiciones establecidas. Las Administraciones Públicas han de asegurarnos que cada vez que nos montamos en un barco de observación de cetáceos, lo hagamos con la seguridad de que estamos contribuyendo a la conservación y no a la destrucción de nuestros mares, pero ni a un lado ni a otro del Estrecho las Administraciones parecen caracterizarse por una sensibilización ejemplar en temas de está índole, sencillamente porque en el mar hay pocos ojos y la fauna no vota.
Hoy las orcas siguen visitando nuestras aguas y esperemos que así sea por muchos años.
Si es un verano bueno en atunes y encuentras un barco respetuoso, no lo dudes, ven al Monte Tartesos ¡¡ven a ver orcas!!
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